Prefacio del autor a la segunda edición
"Güiraldes fue muy generoso
conmigo. Yo le entregaba un poema bastante
torpe, y él, leyendo entre líneas, adivinaba lo
que yo había tratado de decir pero no había
expresado por mi incapacidad literaria."
Autobiografía, Jorge Luis Borges.
Después de más de treinta y cinco años, Amatista se duplica con esta edición. Distinta de la primera y a mi juicio superior; con dudas que no han desaparecido, con alegrías y tropiezos de los que aún no sé cómo salir.
En los meses previos a su aparición, durante
algunas noches me desperté trayendo desde el sueño la urgencia de modificar el
original en un adjetivo, una línea o un signo de puntuación que no consideraba
adecuado. Años de una mayor entrega al arte poético, días en los que la vida
era y se fraguaba en el crisol de la Literatura, mientras la mano y todo el
cuerpo escribían en esa intensidad donde se disipan las horas. Ese tiempo pasó,
pero al encarar en esta oportunidad el trabajo de revisión y corrección de los textos,
autor y lector recuperaron mucho de esa entrañable identidad. Cuando, luego de
una larga ausencia, retornamos a lo que es nuestro, los actos semejan más a una
conquista que a una visita ingenua y de paso.
En más de una ocasión me tuve que detener y realizar distintas lecturas de un
poema, como si éste no fuera de mi autoría, como si no fuese yo quien lo había
escrito. Buscaba dilucidar el sentido, lo que ese joven poeta quería y
precisaba decir, preso de un vocabulario inferior a su necesidad y no sabiendo
muchas veces superar el conflicto entre el significado y el ritmo que las
palabras iban afirmando.
De esta nueva relación que se estableció con los textos provienen las correcciones y las supresiones que se pueden constatar al comparar ambos volúmenes. Si cotejan el texto ahora fijado y la versión de cada poema divulgada en 1985 –ofrecida en uno de los anexos– en más de una ocasión apreciarán que el verso blanco ha sido el corset ahora elegido como forma de expresión. Esto se debe a que en la nueva lectura realizada no siento la necesidad del soporte que da la puntuación al momento de indicar pausas, bastan el ritmo de la composición o la entonación del verso. La misma música de lo escrito, de la palabra, debe dictar la lectura correcta, sin ese andamiaje que otorgan los signos.
Las poesías en la primera edición no
aparecieron fechadas, a diferencia de lo que sucede en la presente salida.
Salvo alguna duda, entiendo que el año adjudicado a su creación es el correcto.
Al no poseer conmigo los manuscritos, debí valerme de distintos datos y
recuerdos al momento de añadir esa información. Destaco que esta reescritura
trasnochada, luego de años de tantas elaboraciones pergeñadas sobre la misma
materia poética, tiene el favor de la conciliación con una obra que en algún
lugar estaba perdida, sólo viva en la memoria.
No obstante, también percibo que esta renovada visita produjo ganancias y pérdidas. En el trabajo de corrección o de retoque, da la impresión que las primeras son responsables directas de las segundas. La eliminación de una línea o de una sucesión de imágenes, que en la lectura actual son tenidas como superfluas o literariamente débiles, y por lo tanto desechables, en ocasiones dejan en el texto cierta sensación de orfandad. En lo que se toma como mejora nos queda el sabor de un vacío, de algo que ya no está y que falta para que el verso, el poema, suene acabado. La idoneidad de este lector –en el que sobrevuela el creador de esos textos; que décadas después vuelven a ser tomados como materia de trabajo– es limitada. Ese reconocimiento no es un dato menor. Nunca seremos el que fuimos y eso es algo que constatamos en esta tarea y en su fruto.
¡Ojalá que la circulación de esta renovada y definitiva Amatista sea bien recibida o que, al menos, sirva de distracción a los lectores que se detengan en sus páginas!
Héctor Alvarez Castillo
Sáenz Peña, Noviembre de 2017/Octubre
de 2020.
Excelente !
ResponderEliminarUn gran editor
ResponderEliminar¡Muy bueno!
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