lunes, 29 de junio de 2020

Ceos y la noche

Héctor Alvarez Castillo






Antología de doce cuentos del género fantástico de Héctor Alvarez Castillo, seleccionados de tres obras editadas: Metamorfosis, Gerstrauss o el amor y Naif. Del Juego a la Literatura.


Algunos de estos trabajos han sido difundidos en los últimos 25 años en distintos medios, desde sitios Web, periódicos a revistas.




Sumario:

Lo cotidiano, lo extraño, por Carlos Abraham

Palabras liminares

El guardián
Éxodo
Forastero
Las piernas de la nena
Gerstrauss o el amor
Presagio
De mamíferos voladores
Lo que le sucedió al señor Abdala
Marioneta
Metamorfosis
Tablero desierto
Ceos y la noche


Lo cotidiano, lo extraño

Los relatos de esta antología pertenecen al género fantástico, o mejor dicho a la particular vertiente rioplatense del relato fantástico, caracterizada por la profundidad intelectual, el rigor estilístico y el énfasis en lo implícito por sobre lo explícito.
Es una escuela ilustre, ya que tiene como exponentes a Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Ángel Bonomini, Armonía Sommers y Felisberto Hernández. Ello genera un inevitable problema en todo nuevo autor del género. ¿Cómo estar a la altura de esos nombres? ¿Cómo no repetir procedimientos, recursos, estrategias, estilos? ¿Cómo hacer un aporte válido a esa tradición que, a veces, puede ser más intimidante que estimulante? Los doce cuentos que el lector tiene en sus manos proponen una respuesta.
Pese a su variedad, están recorridos por una isotopía: la observación oblicua de su referente, la contemplación sesgada y facetada de los sucesos que historian. Ello, a la manera de un espejo deforme, genera un efecto de extrañamiento que recuerda a Kafka o a las Instrucciones para subir una escalera de Cortázar, en el cual un simple hecho cotidiano es expuesto de un modo novedoso y distanciado, generando nuevos sentidos y borrando el anquilosamiento de nuestra percepción. Lo cual, según algunas corrientes estéticas, es el objetivo último del arte.
Este grupo de cuentos es un caleidoscopio donde cada cristal brinda una imagen inquietante y perturbadora de lo que parecía sencillo y habitual. En otras palabras, genera un enriquecimiento de la realidad, una profundización de nuestra visión del mundo.

Cortázar habló del “lector macho”, que aporta su interpretación personal, que colabora activamente con el autor en la construcción del sentido de la obra, y del “lector hembra”, que se limita a recibir pasivamente lo brindado por el autor, esperando que se le explique todo, sin realizar un esfuerzo propio. Dejando de lado los términos
elegidos por el autor de Rayuela, que hoy parecerían sexistas, la idea básica es válida. Se trata de modos de aproximación al texto que reflejan dos posiciones estéticas antagónicas: la dialéctica y la meramente expositiva.
Álvarez Castillo pertenece al primer grupo. Sabe que el significado autoral es sólo parte del sentido total de una obra. Y, también, que ésta es más plena cuando el lector participa en ella, no sólo descifrando claves sino también descubriendo nuevas comarcas propuestas por la danza de palabras. Sus cuentos son llaves que el lector debe usar para entrar a la totalidad de la historia. Uno de los ejemplos más claros de esta arriesgada elección estética es El guardián, donde el sujeto de la enunciación presenta (con un estudiado laconismo) una situación macabra y a la vez enigmática, que el lector debe usar como punto de partida para su interpretación. ¿Se trata de un simple día en la vida de un encargado de una morgue, de una alegoría de un gobierno totalitario que oculta las víctimas de sus persecuciones políticas, de una metáfora de la memoria y de las cosas que va perdiendo,
de una parábola sobre el devenir de la vida humana? La
frase “los cadáveres eran del río” insinúa lo último, ya que
desde Heráclito el río es un símbolo del tiempo. Pero también
puede tratarse de cualquiera de las otras interpretaciones,
o de todas, o de otras muchas más.
No es casual que estos relatos sean doce, y menos
tratándose de un discípulo de Borges, ya que en la cábala
es el número que simboliza la perfección y la armonía.

Carlos Abraham






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