miércoles, 8 de mayo de 2013

Mitos griegos Un estudio de Gabriel Nevani

Introducción a los dioses olímpicos con equivalencia en el mundo romano


£1 carácter esencial de la religión greco-romana es que no se trata de trascender para en­contrarse con los dioses, se pide que los dioses se manifiesten, participen activamente: un macho cabrio es la manifestación de Dioniso y un árbol de olivo es la de Atenea. Pero también los dioses pueden manifestarse de manera interna, por ejemplo, en forma de «prudencia» (Atenea), «pa­sión sexual» (Afrodita), «liderazgo» o «poder» (Zeus), «valentía guerrera» (Ares), et cetera. Y si dicen por ejemplo «Hefestos no alumbra», quiere decir que no hay fuego. Los griegos no dicen «llueve» o «truena» sino «Zeus llueve» o «Zeus truena». Poseidón no es el dios del mar sino que «es» el mar, ni Afrodita es la diosa del amor: «es» el amor. El hombre griego era realista en muchos puntos que en nuestra actualidad sólo se piensan subjetivamente. Las reglas de conducta y de acción eran para él perfecciones que pertenecían a la economía de la existencia y del mundo y por lo tanto no apelaban a la voluntad y a la obediencia sino a la expe­riencia y a la comprensión. 



Así como los olímpicos revelan al hombre la verdadera nobleza, la grandeza genuina, no por preceptos y enseñanzas, sino por su mero ser sublime, así también abren, por ese ser, las pro­fundidades y secretos del mundo. Los dioses olímpicos estaban presen­tes donde algo sucedía, o tan solo se pensaba o se deseaba, más aún, su participación en todo parece tan grande que a menudo es como si fuesen no sólo fomentadores de las acciones humanas sino sus ejecutantes pro­piamente dichos. E1 griego y el romano devoto amaban a sus dioses y no importaba lo que hicieran de él. Los dioses no eran «personificaciones» sino que abrían la visión a lo esencial y verdadero.


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