lunes, 21 de diciembre de 2020

Apuntes de introducción a la Filosofía de la Liberación

Basados en la experiencia del Taller Popular “Enrique Dussel” 



DANIEL YARMOLINSKI



Colaboración

de Silvia López



“La filosofía académica, por más revolucionaria que a veces parezca, en la medida en que se aleja de la realidad el pueblo torna al filósofo como un contemplativo lejos de todos los peligros y los avatares de la historia”. 

Enrique Dussel (1973).

 

Desde hace medio siglo nuestra región fue teniendo noticia de una  nueva corriente de pensamiento que nació en la Argentina de finales de los años 60. Un pequeño grupo de intelectuales sostuvo reuniones con singular vigor para dialogar sobre la realidad latinoamericana de aquella época. Sus ejercicios filosóficos no los realizaron enclaustrados en ermitas del saber sino a los pies de los Andes. No se resignaron a discutir los temas teóricos en boga sino que se atrevieron a formular una comprensión analógica del discurso crítico europeo y norteamericano que les habilitara con ciertos elementos categoriales sumamente sugerentes para cuestionar radicalmente a la modernidad capitalista que fue y sigue siendo hasta nuestros días la causa de la dependencia y de los procesos de dominación más nefastos que sufren nuestros países poscoloniales. Separándose tanto del marxismo ortodoxo como de las discusiones liberales, esta nueva filosofía se abría paso con métodos propios, con los oídos abiertos a la escucha discipular de los clamores de justicia del pueblo pobre. A medio siglo de distancia podemos preguntarnos con justicia ¿cuál ha sido el legado de este discurso filosófico no sólo en los centros académicos universitarios sino sobre todo en los procesos populares que luchan por una vida digna? En cuanto a lo primero sólo basta con dirigirse a buscadores especializados para poder saber el nivel de recepción de la Filosofía de la Liberación en diversas áreas del saber social y natural; pero en relación con lo segundo deben tomarse otras fuentes de información tales como los testimonios y documentos que este libro, curado pedagógicamente por Daniel Yarmolinski con la colaboración creadora de Silvia López, nos procura.

    

   Estamos ante un libro con un valor sumamente especial, un valor formativo, educativo. Su objetivo no es la de presentar a una comunidad especializada un nuevo texto teórico-filosófico del formidable Maestro Enrique Dussel; se trata, en cambio, de un esfuerzo ético por ofrecer o compartir, con un adecuado acompañamiento, la palabra producida en un núcleo de discusión intelectual a comunidades populares de vecinas y vecinos, hijas e hijos, abuelas y abuelos, compañeras y compañeros que están insertos en ciertos procesos de reivindicación popular. Se trata, en suma, de hacer-pueblo un texto filosófico pero no a la manera en que se ha ensayado por las academias, es decir, evitando considerar dogmáticamente (fetichistamente) el discurso especulativo; se trata más bien de una pro-vocación para discurrir y deliberar sobre los temas más apremiantes de la vida pública, una invitación al encuentro por la palabra y en la palabra del cara-a-cara de quienes han sido sometidos a una exclusión sistemática de la toma de decisiones a distintos niveles (en la familia, en el barrio, en la ciudad y en la nación), invitación encarnada en un colectivo que ha ido creciendo desde el 2016. La pregunta que nos arroja este libro es infranqueable: ¿cómo podemos rehabilitarnos políticamente en la toma de la palabra para poder decidir en común el rumbo de nuestra existencia? Esta rehabilitación, ciertamente, puede lograrse de diversos modos, pero el que han elegido Daniel y Silvia, el Taller Popular, nos devela un tipo de organización formativa que en simetría permite intercambiar ideas y propuestas teóricas pertinentes (propias y ajenas, cercanas y lejanas en el tiempo y en la geografía) para poder enfrentar la realidad compleja de todos los días. Taller Popular y no Taller de divulgación científica. La flecha de la comunicación no se origina en la academia sino el en compromiso militante de quienes aprecian el servicio de la producción intelectual. La palabra filosófica, así, no queda sacralizada y resguardada en una urna impenetrable, sino que es hospedada en la comunidad pedagógica que la traduce, medita y devuelve con nuevas impresiones, exigencias e ideas lo leído. Toda práctica de lectura es discipular, es analógica, mucho más en el ámbito de lo cotidiano, esto es, en la calle, en el fogón, en las barricadas, en los estadios y también en las plazas centrales, en un “formarse-formando” como lúcidamente expresa Daniel. 

    En el apartado denominado “fundamentación” se nos ofrecen las razones y las definiciones de lo que significa un “Taller” (donde “Todo integrante es a la vez docente, investigador y estudiante”) y sobre todo un “taller de Educación Popular” (“volcando sus conocimientos [Dussel] en situaciones concretas y prácticas del diario convivir (personal o profesional) de todos los integrantes del Encuentro… ‘hundir’ nuestros pies en lo cotidiano… ‘bajar’ las enseñanzas… ‘ver’ las categorías en clave práctica). Esta metodología de la educación popular tiene la misión de hacer-pueblo una enseñanza filosófica que vocacionalmente está desde el comienzo al servicio de las y los dominados. 



En la siguiente parte se da cuenta de las clases que Enrique Dussel impartiera en el año de 2015 comentando su libro clásico: Filosofía de la liberación.[1] Pero no se alarmen los futuros lectores y lectoras, la transcripción de estas clases se encuentra intervenida por indicaciones, pasajes subrayados y comentarios que permiten fijar la atención en lo esencial del discurso a la vez que lo hacen accesible (analógica) a quienes quieren “formarse-formando”. Por ejemplo, cuando Dussel habla de que la Filosofía de la liberación es un “marco de marcos” categorial que permite pensar cualquier tema o problema en diversos campos prácticos (totalidades), esta edición popular hace los énfasis pertinentes para poder dialogar sobre lo-dicho, lo que implica que al ser recibido por el colectivo orgánico se vuelve un Decir-vital). Este tratamiento se sigue en las 7 clases de Dussel (“Historia”, “De la Fenomenología a la Meta-Física”, “Totalidad”, “Mediaciones”, “Exterioridad”, “Alienación” y “Liberación”).

La última parte tiene textos complementarios de otros autores como Franz Hinkelammert, Rodolfo Kush, Boaventura de Sousa Santos, que permiten contar con material adicional de reflexión y análisis sobre temas difíciles para nuestro tiempo.

         No hay que dejar de lado el cierre de este libro educativo. Se trata de la conferencia “La función práctico-política de la filosofía” que Dussel leyera a sus estudiantes luego de haber sufrido en su casa, por parte de un grupo armado, un atentado de bomba el 3 de octubre de 1973. Lectura sobre otro gran maestro que fue condenado a muerte por haber “envenenado la mente de los jóvenes” atenienses: Sócrates.

         Estamos ante un libro escrito y re-escrito por amor al Pueblo, con hedor a él. Esperemos que siga pro-vocando la imaginación política de todas las generaciones y que sea el comienzo de una nueva estrategia educativa del “formarse-formando” en el cara-a-cara de las singularidades colectivas cuyas luchas forjan la Historia de nuestra Patria Grande. Enhorabuena por esta interpelación pedagógica de liberación.    

       




Jorge Alberto Reyes López (FFyL, UNAM)


[1] Originalmente publicada en 1977 en la editorial mexicana EDICOL, fundada por el mismo Dussel, y posteriormente integrada a la colección Breviarios del Fondo de Cultura Económica (FCE ) en 2011. 

Ver https://www.usi.edu.ar/wp-content/uploads/2020/12/Rese%C3%B1as.pdf




Amatista, 1981 - 1985

Héctor Alvarez Castillo  

 

Prefacio del autor a la segunda edición


"Güiraldes fue muy generoso

conmigo. Yo le entregaba un poema bastante

torpe, y él, leyendo entre líneas, adivinaba lo

que yo había tratado de decir pero no había

expresado por mi incapacidad literaria."

Autobiografía, Jorge Luis Borges.

 

Después de más de treinta y cinco años, Amatista se duplica con esta edición. Distinta de la primera y a mi juicio superior; con dudas que no han desaparecido, con alegrías y tropiezos de los que aún no sé cómo salir.

  En los meses previos a su aparición, durante algunas noches me desperté trayendo desde el sueño la urgencia de modificar el original en un adjetivo, una línea o un signo de puntuación que no consideraba adecuado. Años de una mayor entrega al arte poético, días en los que la vida era y se fraguaba en el crisol de la Literatura, mientras la mano y todo el cuerpo escribían en esa intensidad donde se disipan las horas. Ese tiempo pasó, pero al encarar en esta oportunidad el trabajo de revisión y corrección de los textos, autor y lector recuperaron mucho de esa entrañable identidad. Cuando, luego de una larga ausencia, retornamos a lo que es nuestro, los actos semejan más a una conquista que a una visita ingenua y de paso.

  En más de una ocasión me tuve que detener y realizar distintas lecturas de un poema, como si éste no fuera de mi autoría, como si no fuese yo quien lo había escrito. Buscaba dilucidar el sentido, lo que ese joven poeta quería y precisaba decir, preso de un vocabulario inferior a su necesidad y no sabiendo muchas veces superar el conflicto entre el significado y el ritmo que las palabras iban afirmando.

  De esta nueva relación que se estableció con los textos provienen las correcciones y las supresiones que se pueden constatar al comparar ambos volúmenes. Si cotejan el texto ahora fijado y la versión de cada poema divulgada en 1985 –ofrecida en uno de los anexos– en más de una ocasión apreciarán que el verso blanco ha sido el corset ahora elegido como forma de expresión. Esto se debe a que en la nueva lectura realizada no siento la necesidad del soporte que da la puntuación al momento de indicar pausas, bastan el ritmo de la composición o la entonación del verso. La misma música de lo escrito, de la palabra, debe dictar la lectura correcta, sin ese andamiaje que otorgan los signos. 

   Las poesías en la primera edición no aparecieron fechadas, a diferencia de lo que sucede en la presente salida. Salvo alguna duda, entiendo que el año adjudicado a su creación es el correcto. Al no poseer conmigo los manuscritos, debí valerme de distintos datos y recuerdos al momento de añadir esa información. Destaco que esta reescritura trasnochada, luego de años de tantas elaboraciones pergeñadas sobre la misma materia poética, tiene el favor de la conciliación con una obra que en algún lugar estaba perdida, sólo viva en la memoria.


No obstante, también percibo que esta renovada visita produjo ganancias y pérdidas. En el trabajo de corrección o de retoque, da la impresión que las primeras son responsables directas de las segundas. La eliminación de una línea o de una sucesión de imágenes, que en la lectura actual son tenidas como superfluas o literariamente débiles, y por lo tanto desechables, en ocasiones dejan en el texto cierta sensación de orfandad. En lo que se toma como mejora nos queda el sabor de un vacío, de algo que ya no está y que falta para que el verso, el poema, suene acabado. La idoneidad de este lector –en el que sobrevuela el creador de esos textos; que décadas después vuelven a ser tomados como materia de trabajo– es limitada. Ese reconocimiento no es un dato menor. Nunca seremos el que fuimos y eso es algo que constatamos en esta tarea y en su fruto.

  ¡Ojalá que la circulación de esta renovada y definitiva Amatista sea bien recibida o que, al menos, sirva de distracción a los lectores que se detengan en sus páginas!


Héctor Alvarez Castillo

Sáenz Peña, Noviembre de 2017/Octubre de 2020.




 

domingo, 20 de diciembre de 2020

Ficciones reales

Omar Ramos 




Esta antología de la obra cuentística de Omar Ramos que reúne ficciones de distintos libros y periodos, además de incorporar textos inéditos– ha salido en diciembre de 2020 en la Colección Letras del maíz, de nuestro sello editor; un volumen dividido en tres partes, de 158 páginas.

 


Clara Del Valle ha escrito para su contratapa:

¿Dónde se encuentra el límite entre la realidad y la ficción? ¿Se puede hablar de una línea divisoria, una distancia necesaria o sólo se trata de otra quimera, una sentencia que es, a su vez, ficción? Los cuentos que Omar Ramos reúne en esta antología retornan a esta pregunta bordeándola, rodeándola, ensayando posibles respuestas, algunas incluso incómodas: tal vez sea allí que anide su potencia reveladora. La obra se divide en tres partes, criterio que desde los títulos, podríamos sospechar de temático: “Tiempos de amor y de guerra”, “La presencia de Dios” y “El cantar de los escritores y los dioses”, sin embargo, y más allá de temas que tejen las tramas hay una constante en esta prosa precisa y despojada de ornamentos superfluos: en todos hay una mirada crítica, incisiva y profundamente política. Se trata de una antología que bien puede sintetizar las búsquedas y obsesiones que atraviesan toda la obra de un escritor que bucea incansablemente en un universo vivido e imaginado.

 


 

domingo, 11 de octubre de 2020

Vietnam, genealogía de la resistencia

 

Gastón Fiorda 



“Vietnam, genealogía de la resistencia” es un libro que nos ayuda a pensar el Vietnam actual, surgido de la experiencia traumática de la guerra, pero capaz de superar el conflicto a partir de la reunificación nacional, entendiendo sus principales logros en materia de desarrollo económico y social. Y esto es gracias a que Gastón Fiorda, un observador atento y sensible a las preocupaciones de sus interlocutores, presenta el pasado reciente como punto de anclaje para explorar tanto las raíces históricas profundas que hacen a la conformación de una identidad nacional, así como las reverberaciones contemporáneas de los conflictos que marcan la memoria de la sociedad vietnamita en su conjunto.


En la actualidad Vietnam resuena en el imaginario colectivo como espacio de conflicto y resistencia, como la nación que logró remover los vestigios del colonialismo decimonónico francés después de la Segunda Guerra Mundial, y luego se convirtió en bastión de resistencia contra la agresión imperialista estadounidense que, fundada en la lógica de la Guerra Fría, pretendía evitar la difusión del comunismo en Asia oriental.



“Vietnam, genealogía de la resistencia” es un libro que muestra a un pueblo que no actúa condicionado por el odio; que se permitió formas no violentas de redimir su tragedia. Se reconstruyó a sí mismo, impugnando la pretendida naturalización de su uniformidad nacional. Supo desterrar el mantra de ser un país atrapado en sus conflictos armados. Se otorgó la posibilidad de crecer en base a sus convicciones con políticas activas de reparación histórica y preservación de la memoria. Los escombros no lo convirtieron en un país con una violencia colectivizada. Vive en paz, integrado a un mundo que no le hace fácil la tarea.

 


Esta obra del escritor e investigador Gastón Fiorda es el segundo título de la Colección “La ciudad del hombre”, de nuestro sello editor. Hace años, en la misma colección, salió editado El brazo izquierdo de Perón, opera prima del politólogo Mariano Fraschini.

 


martes, 29 de septiembre de 2020

Esas bocas marinas y otros poemas

 

Héctor Alvarez Castillo 


Este libro de poesías de Alvarez Castillo –el quinto en su producción poética– reúne el conjunto de poemas Ámbar, 1991–2012 y el extenso poema que da nombre al volumen. La costumbre de Alvarez Castillo de denominar las colecciones de poemas breves con la mención de los años de producción, que abarcan los poemas que la integran, y el nombre de una piedra preciosa o semi-preciosa, viene desde su primer libro en 1985: Amatista, 1981–1985, y no ha sido modificada. Desde el libro premiado por la Fundación Victoria Ocampo en 2011, La palabra es deseo, y otros poemas, este hábito se modificó, por ahora, en que la colección de poemas breves sea suma poética de un poemario mayor que nombra al corpus.



Esas bocas marinas y otros poemas mereció el prólogo del escritor e investigador Fernando González Oubiña, quien entre otros conceptos nos dice:

Parece referirse a Álvarez Castillo, permítanme la di­gresión, un autor que es puro futuro, que es pulsión sin filtros, que se ha forjado a sí mismo en múltiples sentidos, que tolera el elogio pero no descansa en él. La intuición lo ha llevado por caminos borgeanos, y debo afirmar que los ha transitado como pocos han sido capaces de hacerlo; en esto Álvarez Castillo, en contrario al postulado emer­soniano, purifica de sentido la influencia, porque es visce­ralmente incapaz de emular, entonces resignifica con un finísimo don concedido, él es un crisol de todo lo apre­hendido y lo vomita eficientemente. Nada de lo banal le es familiar, en su anhelo de sentidos diversos halla claves personales y no se detiene hasta plasmar la línea justa, el ritmo más adecuado, no la perfección porque descree de su existencia.

Hay en estos poemas una velada búsqueda de la com­plicidad del lector. El acechar tus emociones no es más que una estrategia, pero el planteo se hace desde una es­tatura clásica, que es el concepto que mejor define el dis­currir por los rodillos entintados de la obra de este poeta, un aire clásico que ostenta sin vanagloria, herencia de una carrera y un ejercicio que se intuyen desde la primera pá­gina de cualquiera de sus obras.”





miércoles, 2 de septiembre de 2020

La conquista sin fin


Manuel Augusto 
Martínez Domínguez




Esta nueva obra del intelectual y artista paraguayo Martínez Domínguez es una micro-novela concebida, de alguna manera, como tesis histórica convertida gracias a la literatura en ficción o, al menos, presentada como ficción. Los eruditos y estudiosos, a partir de la hipótesis del narrador, sacarán sus conclusiones.
Por medio de un delicado y eficaz estilo, La conquista sin fin nos traslada al mundo de los conquistadores y a los pueblos originarios que los españoles encontraron en el denominado Nuevo Mundo.

Esta obra, de una concepción hermética, es editada en formato apaisado, donde cada letra y línea han sido contadas y tienen su por qué.

Letras del maíz se honra en editar la nueva narrativa latinoamericana.




lunes, 24 de agosto de 2020

La biblioteca de Alejandría y otros relatos


Carlos Abraham 


Para el sello Alvarez Castillo Editor es un honor la edición de este primer conjunto de relatos del poeta e investigador, entre otras facetas, que es Carlos Abraham. En Cuadernos de la Gran Aldea, venimos divulgando antologías preparadas por él con prefacios que son, sin exageración, cita para el estudioso de la literatura rioplatense o los interesados, por ejemplo, en el género fantástico. De La biblioteca de Alejandría y otros relatos adelantamos por este Blog el cuento:



LA ESPERA


Llegó una mañana, por el Camino Nuevo. Se llamaba Alejo. Tenía veinte años entonces, que ahora eran cuarenta. No se le conocía apellido, pero la gente del pueblo lo llamaba “El Marcao”, por el tajo que le partía la mejilla izquierda.
    Era tropero. En el verano conducía el ganado a la capital, con algunos conocidos de su juventud. Cuando no trabajaba -era lo más habitual-, era como si no existiera. Casi no salía de su casa, ensimismado en su silencio. Pasaba las horas vacías tendido en el catre, mirando el techo de paja vieja, mateando.
    Una de esas tardes estaba sentado ante la puerta -la casa estaba frente al camino-. El sol hacía reverberar el aire. Despacio, desde lejos, vio acercarse a la esposa de uno de sus vecinos. Tardó un poco en recordar el nombre: Matilde.
    Traía unos cabos de vela del almacén. Lo saludó, y siguió su camino.
    Más tarde pensaría, sorprendido, que esa momentánea visión le bastó para enamorarse. El amor no es un proceso complejo. Una frase, una mirada, una sonrisa de la otra persona, puede bastar para revelarnos que la amamos. No se le ocultó esto a Alejo, todavía sentado ante su puerta. Hacía varios años que la venía codiciando, sin saberlo. Recordó que, aún antes de saber quién era y con quién estaba casada, la miraba durante horas desde su ventana, mientras ella atendía la casa o los animales. Pensó que ya había perdido demasiado tiempo.
    Alejo era hombre solitario, que no se hablaba con nadie de por allí, pero durante un tiempo se había amigado con el esposo. Solían jugar largas partidas de truco, unas veces en su casa y otras veces en la del otro. Una discusión sobre tres o cuatro reses sin marcar los había distanciado. Por eso, recién entonces vino a enterarse que se había ido, meses atrás, a luchar al Paraguay.
    Alejo no entendía de política, y su rival tampoco, pero la novedad lo alegró porque, como pensó, tenía el campo libre. Sin embargo, conocía -o, mejor dicho, intuía- los pensamientos de Matilde, y sabía que no traicionaría a su esposo mientras éste viviera.
    Matilde acostumbraba ir los domingos al rancho que un cura usaba de parroquia, a unas leguas de allí. Él nunca había ido -sólo profesaba cierta veneración retórica a los crucifijos e imágenes-, pero esa tarde no faltó. No le apartó los ojos en toda la ceremonia. Ella lo notó desde el principio y se mostró hosca y distante, como obligada por mera cortesía a responder, cuando él se ofreció a llevarla a su casa. Sin embargo, aceptó. Ella iba en el caballo y él llevaba las riendas, caminando.
    Eso ocurrió dos o tres veces más.
    En una de sus ahora insomnes noches fraguó su plan. El marido tenía que morir. Durante un tiempo meditó en costearse hasta donde estaba el ejército y darle muerte, pero descubrió que una muerte fingida valía tanto como una muerte real.
    El Juez de Paz, un tal Freiden, era, por llamarlo así, amigo suyo. Le debía varios favores durante las elecciones, y Alejo pensó que era hora de cobrarlos.
    Una tarde se decidió a ir. Era un despacho breve y sobrio. De las paredes colgaban retratos a pluma de viejos matreros y desertores, con el monto de las recompensas al pie de la hoja.
    Le explicó sus propósitos; el otro no tuvo problema. Tras pocos minutos le entregó una carta, escrita (Alejo no sabía hacerlo) y sellada por él, dirigida a la mujer, donde se comunicaba que el esposo había muerto en una emboscada, en Corrientes.
    “Son ladinos estos paraguayos”, le dijo sonriente el juez.
    Alejo contestó con otra sonrisa, sin entender la broma.
    Matilde pidió al cura de la parroquia que le leyera la carta, porque el chasqui tampoco sabía. Lloró poco. Ya estaba hecha al dolor: desde que su marido marchó a la guerra se había resignado a perderlo.
    Pasaron varios meses de luto. Se veían sólo los domingos. Una tarde, tras la misa, la trajo en ancas y entraron juntos a la casa. El cura los casó algunos días después, un jueves. Habitaron el rancho de ella, pues el suyo era casi una tapera.
    Pasaron tres años. Alejo ya no volvió a llevar las tropas de ganado y sólo trabajaba de vez en cuando como domador en una estancia vecina. Vivían de sus animales. Ella casi se había olvidado del otro. Una tarde, trajeron una carta con los sellos del ejército. Alejo la llevó al Juez para que se la leyera. Había abrigado la esperanza de que el otro hubiera muerto, y fue sintiéndose cada vez más incómodo a medida que progresaba la lectura: el marido de Matilde confiaba en regresar pronto.
    El Juez tenía, al devolverle la carta, la misma sonrisa de años atrás. Sólo ahora notó lo que había de burla en ella.

    La guerra daba visos de terminar. Alejo comenzó a traer a vecinos y forasteros a la casa para tener noticias del frente. Intentaba saber, desde allí, la suerte del otro. Matilde se alegraba con eso, porque no le gustaba la soledad. Antes de casarse con él, le había dicho que estaba en el Regimiento 6 de Caballería, ahora en territorio paraguayo. Ese regimiento había tenido muchas bajas en la última batalla, librada hacía menos de un mes. A Matilde ya no le interesaban esos lejanos combates, excepto por esa mezcla de hastío y repudio con que una mujer ve la guerra en la que ha muerto un marido o un hijo.
    Sin embargo, Alejo no decía nada cuando su esposa sacaba el tema. Seguía mateando despacio, con la vista vagando por el techo.
    El otro era como una antigua pesadilla que se había olvidado y que vuelve. Se preguntó qué debía hacer, si huir o enfrentarlo. Al principio, lo segundo le pareció absurdo -el otro tenía una bien ganada fama de cuchillero-, pero luego fue convenciéndolo. Pensó que más valía morir probando su valor, que nunca había tenido ocasión de usar, a sufrir el oprobio de escapar como un cobarde.
    Llegó el verano y con él las lluvias. El camino y el campo se habían convertido en un inmenso barral. La guerra había terminado.
    Una noche se despertó, sofocado de calor. Ella dormía a su lado. El silencio mordía la piel. Se vistió y tomó su cuchillo. Esperó varias horas, minuciosas y lúcidas, sentado en el borde del catre. Faltaba mucho para el alba. Pensó que, después de todo, no era la primera noche que pasaba desvelado. Salió, cerrando la puerta tras él. Al rato, se oyó el lejano relincho de unos caballos.
    La noche clareaba cuando un hombre entró, silencioso, en la casa. La mujer seguía dormida.




ÍNDICE


La espera
La guardia nocturna
Silencio
La tumba
Los monstruos
La ventana
La discípula
La mancha
Los rivales
La gárgola
Las murallas del odio
Las tres hermanas
Una mujer en la ventana
La biblioteca de Alejandría




jueves, 6 de agosto de 2020

Pensar la apertura



Alejo de Dovitiis 



En la primera década de este siglo, nuestro sello editorial publicó la obra Pensar la apertura a solicitud de Alvarez Castillo Editor y para ser parte de la Colección Aula Ajedrecísticavolumen dedicado al estudio y preparación de las aperturas, la fase inicial en el juego de ajedrez.

El pedido fue realizado al Maestro Alejo de Dovitiis, quien eligió como paradigma para desarrollar su estudio a la Variante del cambio de la Apertura Española o Ruy López, en homenaje al monje y temprano teórico Ruy López de Segura, quien vivió en el siglo XVI y fuera el primero que le dedicara a esta apertura especial atención, no sólo en la práctica. En su tratado de ajedrez se ubica como Apertura IX.

El volumen consta de 80 páginas y está fuera de catálogo.

Pensar el final



Alejo de Dovitiis
Martín Bitelmajer



En el año 2018, nuestro sello editorial publicó la obra Pensar el final a solicitud de Alvarez Castillo Editor y para ser parte de la Colección Aula Ajedrecística–, volumen dedicado a los rudimentos de la fase final del juego de ajedrez.

El pedido fue realizado y concretado por los Maestros Alejo de Dovitiis y Martín Bitelmajer.

La obra consta de 96 páginas y está fuera de catálogo.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Táctica con los campeones



Marcelo Reides 
Nicolás Fiori






Al tiempo que se disputaba el Campeonato Mundial de Ajedrez en el año 2005, en la ciudad capital de San Luis, salió editada por primera vez esta didáctica obra que se detiene en el análisis de distintas posiciones donde la táctica es el gran condimento y lo distintivo.


Los ocho participantes de este Mundial -único en nuestra historia- recibieron por parte de los maestros que elaboraron Táctica con los Campeones del mismo espacio y atención, y el volumen salió y es parte desde ese momento de la Colección Aula Ajedrecística de nuestro sello.

Un título útil para los jugadores avanzados como para los principiantes, además de servir a los docentes de ajedrez a los efectos de ilustrar los temas tácticos básicos del juego consagrado a la diosa Caissa.

El cambio de piezas



Diego Valerga 


Una interesante obra que fue parte de la Colección Aula Ajedrecística de nuestro sello, ahora fuera de catálogo.

En poco más de setenta páginas, este Gran Maestro argentino fue capaz de explicar, a partir del análisis de distintos ejemplos de la práctica magistral, el pasaje a un buen final, desde el medio juego, en base a un correcto análisis posicional como al cálculo táctico correcto.

sábado, 4 de julio de 2020

Historia de dos mujeres


Novela de
Héctor Alvarez Castillo 








En el mes de julio de este año, acaba de aparecer la primera novela de Héctor Alvarez Castillo (1961), titular de este sello editorial, en la Colección Letras del maíz.


La novela cuenta la relación de Leda y Marga, relatada desde la voz de Leda en quince capítulos breves, divididos a su vez en distintos puntos o subcapítulos. Esta obra ha tenido otros títulos; originalmente, se la comenzó a divulgar por la Web en un Blog con el primer nombre: Amor en Baires: (http://amorenbaires.blogspot.com/2014/10/amor-en-baires-una-novela-de-hector.html). A ésta continuó el subtítulo que pervivió en esa modalidadMemorias de mi enamorada, hasta tomar el definitivo, de alguna manera dickensiano, de Historia de dos mujeres.

A continuación, el Sumario y el primer punto del primer capítulo:


Sumario

Entrada al jardín
El castillo de los bichos
La diferencia
Nosotras
Vacaciones en Reta
El destino
El enfermo imaginario
Viaje a la frontera
Mamá Linda
Las aguas que van a la mar
Roual
Lo que nos hace humanos
El camino de ida
Los límites de la razón
Despedida



Entrada al jardín


1


  Hay una voz que en sueños me repite las mismas palabras. Noche tras noche, el sentido no varía. Me dice que hay que estar alerta, que la atención mayor debe estar dirigida a que los días de nuestra existencia no se vayan pareciendo unos a otros; que no deben perder su color, extraviarse en una superficie donde la mano no percibe más que un tejido liso, una trama opaca. Que cada día debe ser distinto al anterior. Debemos ser capaces de diferenciarlos, no debemos resignarnos a lo turbio ni a lo gris, a lo que extravía el nombre. Si eso no sucede, si ninguna seña, rasgo o emblema, se hace notorio, y si en esa sucesión indefinida dejamos de discernir las formas del tiempo, aunque no lo sepamos, si eso ocurre, hemos muerto.
  No importa que el cuerpo respire. Eso es un detalle. La que no respira es el alma, porque nos han robado los días y con los días se llevaron el resplandor de la noche, la sombra que trae consigo el sol.

  No despierto. Nunca despierto después de oír esa voz. A veces es la voz de una mujer, otras la de un hombre. Sigo durmiendo y soñando. Sé que lo hago, aunque no siempre recuerde lo sucedido. Pero sé que mi mente, o lo que sea que está en mí, me retiene en ese país del sueño. El mensaje proviene de mi interior, no hay duda. Es lo que necesito que me digan, que al menos me susurren y –como nadie sabe ni a nadie le interesa– soy yo quien se aviene a mi encuentro y me confiesa esa verdad.

  No sé dónde he estado. Dónde han estado. Dónde estuvieron los otros. No sé si lo que ha sucedido era lo correcto, si al menos es bueno para alguien o si a alguien le ha servido. Pero sé que ha sido así y que ya no será de otro modo.
  Cada día debe tener su propia luz, su rostro, su huella; esa marca que lo haga único, que lo ilumine. No debo entregarme a una sucesión indefinida de formas idénticas que desfilan ante mí y ante lo que amo. La creación es la tierra sin límites que nos sana.
  Quizá lo sabía desde chica, quizá me lo han enseñado de pequeña y lo olvidé, y ahora recupero la sabiduría perdida. No sé. En las noches duermo y oigo esa voz.

  Querría dormir tu sueño ahora y que lo oyéramos juntas. No sé qué tan lejos o cerca permaneces. Ése es mi deseo en esta hora, que oigamos esa voz, juntas. Sólo necesitaba confesártelo, enamorada.